Remontarse al pasado y modernizar prácticas ancestrales
Viajamos a los orígenes de estos vinos, en Armenia y Georgia, hace más de 6 mil años. El vino naranjo moderno es una mirada al pasado en el uso y la forma de vinificación de uvas blancas. En el pasado no existía la tecnología para separar la piel del jugo, por lo que todos se hacían igual, con uva tinta o blanca. La producción de los naranjos está estrechamente ligada a la cultura de los vinos naturales, a las prácticas manuales y primitivas que los definen.
Hablamos de una manera de vinificación basada en la preservación natural para hacerle frente a la oxidación. Este proceso implica el uso de variedades blancas, que pueden o no ser aromáticas, que se elaboran siguiendo la metodología de maceración como si se tratara de un tinto.


Los vinos de esta categoría son vinificados en contacto con las pieles y las semillas, pudiendo o no estar previamente despalillados. Por eso, una de sus principales características es su color ámbar casi anaranjado.
Son propuestas que apuntan a un nicho definido del mercado. Generalmente son bastante diferentes unos de otros.


Resultan verdaderamente curiosos. Son más rústicos, con aromas más marcados porque intervienen varios elementos en su elaboración: no sólo la pulpa o el jugo, sino también la piel e incluso la semilla. Tienen mayor tenacidad y carácter en boca.
Son vinos ideales para maridar con platos suculentos como un carré de cerdo con batatas al horno, o un buen risotto al curry con frutos de mar.